sábado, marzo 17, 2007

El sistema se hundió

Y con él nos hundimos todos. Los sucesos
de Guatemala, que le están saliendo
algo caros al gobierno chapín,
ilustran claramente la decadencia de
un sistema que ha sido pervertido
hasta el horror.
A lo lejos se puede adivinar que el sistema
chapín encubre malhechores, llamados
malacates por nuestro popular
presidente. Pero en nuestro país
las cosas no deben ser mejores. La diferencia
estriba en que en El Salvador
la sociedad está más organizada para
defender el sistema. Porque, resulta
que lo que urge, incluso para los autodenominados
antisitema, es salvar el
sistema. Y corregirlo.
Porque el sistema tiene como uno de
sus pilares fundamentales la Constitución.
Y ¿a quien se le puede ocurrir
cambiar el artículo donde se dice que
el primordial bien del Estado es la vida
de las personas? Solo a los que andan
promulgando penas de muerte, solo
los que andan negociando con la muerte,
solo los que de a poco nos van matando
de hambre, de tristeza, de frustración,
de soledad, de desesperación.
Protejamos el sistema, ese que obliga
al Estado a garantizar trabajo digno
para todos, ese que ofrece educación
gartuita, justicia pronta y oportuna
para todos, salud al alcance de quien
la requiera, esas cosas que nos dan el
estatus de personas.
Pero no sigamos protegiendo un sistema
que expulsa a la gente de su propio
país, que niega la posibilidad de trabajo
decente, que esclaviza, vilipendia,
humilla y excluye.
No sigamos protejiendo a los poderosos
que evaden impuestos, que son
por esto antisistema, pues no permiten
que la ley se aplique, que la riqueza
se reparta ni que Dios exista.
El actual sistema permite que todo el
engranaje se permee con políticas que
privilegian el nepotismo, el compadrazgo
y el amiguismo, cuando no el
amantazgo homo y heterosexual. Por
eso las instituciones se llena de «funcionarios
» y empleados que se ganan
el dinero de la gente leyendo el diario,
maquillándose, jugando en internet o
chateando con los cheros.
Esto permite que las instituciones del
Estado estén copadas por personas del
mismo partido, lo cual está demostrado
es un pasillo despejado para que
corran las carretillas del delito de cuello
blanco, ya sea narcotráfico, defraudación
o simple robo a la nación.
A mí los ojos se me ponen redondos
cuando leo que en Venezuela acaban
de editar un millón de ejemplares de
«El Quijote» y lo fueron a regalar a
las plazas públicas. Y leo que también
editaron 25 millones de libros para
repartir gratuitamente entre la población.
Y que hacen festivales de cine, de
literatura, de música, de casi todas las
formas del arte. Y que tienen un plan
editorial de «un libro por día» para
democratizar el acceso a la publicación
en todos los géneros literarios. Y
leo que el presidente es culto y que le
preocupa la libertad de su pueblo, por
eso le da arte y cultura, conocimientos,
técnica, ciencia. Y que se tiene en
alta cosicderación y estima a los poetas,
mientras aquí tenemos gravemente
enfermo a un gran poeta, Heribeto
Montano, y el Estado es incapaz tan
siquiera de enterarse de su mal, ya no
digamos de tratar de contribuir a su
remedio.
El sistema se hundió y nos sigue hundiendo.
Algunos agarran su cayuco y
se van remando hasta otros países,
para salir del agua, más bien del fango.
Pero la solución no es abandonar el
barco en pleno naufragio, aunque debo
admitir que quedarse solo para nuestro
propio entierro es más o menos
inútil.
Por eso insisto: rescatemos el sistema,
en primer lugar, que se vayan los
que no tienen intenciones de servir.
Luego, hay que cambiar la forma de
elegir a nuestros funcionarios. Que los
cargos de Fiscal General, Jefe de la
PNC, ministros y otros sean también
de elección popular, previa garantía de
probidad y honestidad de los candidatos,
que además no estén obligados
a pertenecer a partido alguno. Esa
puede ser una de las herramientas que
nos ayuden a salvar el sistema, que con
todo y ser capitalista, puede ser mejor
de lo que hoy no es.

Una larga isla y viento frío